1. Inicia tu educación financiera
Lee algunos libros o toma cursos en línea, lo importante es aprender sobre el tema. Esto te ayudará a entender todos los conceptos, productos y servicios relacionados con las finanzas personales y tomar decisiones informadas. Una de las lecturas clave para la educación financiera es el libro Padre rico, padre pobre de Robert T. Kiyosaki. En él, aprenderás, desde dos perspectivas diferentes, sobre los distintos tipos de ingresos, impuestos, inversiones, retos financieros y emprendimiento. Por otro lado, Pequeño cerdo capitalista de Sofía Macías tiene un estilo más didáctico con el que puedes comenzar a implementar cambios puntuales en tu estilo de vida que a largo plazo te den buenas soluciones financieras. Además, es una buena opción porque no utiliza términos complejos para hablar de finanzas y utiliza ejemplos cercanos para contextualizar cada situación.
Pero si lo que buscas es un curso más estructurado, te recomendamos echar un vistazo a la página de la CONDUSEF. Esta institución creó una serie de talleres que te ayudarán a conocer cómo funcionan los servicios financieros, cuáles te benefician y qué otros puedes omitir. Además, te guía en la creación de tu proyecto financiero con el que de acuerdo a tus ingresos y gastos, puedes crear un plan de administración. Aquí incluso podrás encontrar cursos para los niños, en los que desde pequeños podrán aprender a relacionarse con el dinero y crearán una cultura financiera que los ayudará en el futuro (créenos, te lo agradecerán cuando sean grandes).
2. Identifica tus ingresos y gastos
Toma lápiz y papel y comienza a hacer cuentas. Primero, haz una lista de todos tus gastos mensuales y divídelos en fijos y variables. Pero ¿a qué se refiere cada uno? Los gastos fijos son los que hacemos como parte de nuestra vida diaria: la renta, la comida y los servicios como el internet, el agua y la luz. Los gastos variables son los que se relacionan más con tu estilo de vida, por ejemplo, las salidas a restaurantes, los viajes, el café, visitas al cine, parques de diversiones o incluso esas compras que sabes no necesitas pero deseas. En esta segunda lista es en donde encontrarás gastos que puedes eliminar más fácilmente.
3. Hazte amiga de los presupuestos
Tener control de tus finanzas personales no implica renunciar a todo, para eso están los presupuestos. Toma en cuenta cuál es tu ingreso mensual y a esto réstale tus gastos fijos, después aparta un porcentaje para el ahorro y lo que sobra te servirá para todos los gastos variables a los que no quieras renunciar.
La forma más conocida de dividir los ingresos es con la regla 50/20/30. En este plan debes destinar el 50% de tu salario para cubrir tus gastos fijos (renta, alimentos y servicios), 30% a tus gastos variables o personales y 20% para el ahorro. Por supuesto, esta tabla puedes ajustarla según tus necesidades, pero te ayudará a tener una mejor óptica de cuánto deberías estar ahorrando y qué tanto puedes gastar en tu estilo de vida.